domingo, 7 de octubre de 2012

Funes.

Mediocre como todos los presidentes que hemos tenido hasta ahora. Con la única diferencia que este se dice de izquierda y que ese pequeño detalle lo ha hecho el mejor presidente que ha tenido el país, según sus propias palabras que su aparato propagandístico suele tirar.

El principal problema para calificar a Funes es que no tienen mayor diferencia con los demás presidentes. Nos ha endeudado hasta el cuello, sigue sin desarrollar un plan de país que responda a nuestra necesidades y por consiguiente no ha tratado los temas de profundidad. Sigue poniendo remiendos donde sea necesario para ganar simpatías.

Lo malo: Cometió todos los pecados que le echó en cara a toda la gente de derecha cuando el era periodista de oposición. Desde su aparente indiferencia a los problemas del salvadoreño común, pasando por su falta de liderazgo y de visión.

Lo pésimo: Seguir remendando los problemas.
Subsidios en un país que depende de préstamos para otorgarlos no es la mejor idea del mundo.
El peor acto de Funes fue sin lugar a dudas fue el de trabajar desde las sombras. Supongo que todos los presidentes tendrán su agenda tras bastidores, pero Funes lo llevó más allá. El caso más vergonzoso fue con las pandillas. Dejó que hicieran un acto público donde las dos pandillas rivales en El Salvador se daban una tregua, bajo aparente mediación de la Iglesia Cátolica. A los meses sale en televisión anunciando sus históricos resultados en materia de reducción de homicidios.
Jamás he podido entender su descaro. Ha dicho que la baja de homicidios es el resultado de su trabajo. Sigo sin entender como.

Lo bueno:  Supo deslindarse de su partido, una cloaca de ex-guerrilleros comunistas que siempre son los primeros en votar los aumentos de sueldo en la asamblea legislativa, donde tienen buena participación. Tampoco se dejó seducir tanto por Chávez.

Lo único que le puedo agradecer a Funes es que la gente ha descubierto que puede decidir a quién quiera en las urnas. El fue un asco, pero ya nadie puede argumentar que "los poderosos ponen a quién quieren", argumento típico de una democracia en pañales como la de El Salvador