jueves, 26 de noviembre de 2009

Después de la tormenta...

Jorge Meléndez, de Protección Civil en la Republica de El Salvador, denuncio hace unos días que muchas personas, de comunidades marginales, se han estado aprovechando de la tragedia que de la que hable hace poco: y sin mayor escrúpulo, está aprovechándose de la ayuda internacional que tanto los salvadoreños y países amigos (Aunque habrá que examinar la intención de algunos) han brindado a los damnificados.

Este es solo un pequeño preámbulo del escenario actual que estamos viviendo, a raíz de las lluvias –que algunos medios catalogaron como simple depresión, para otros fue onda tropical… en fin , lo que les convino más a sus amarillismo-.

Han pasado algunas cosas importantes: por un lado se esta pensando seriamente en reubicar varios asentamientos humanos, y el gobierno (Cosa rara) ha prometido ayuda (Siempre lo hacen…). Se han evaluado los daños y se habla de pérdidas en infraestructura de caminos y puentes que nos hacen retroceder algunos años.
Soy consiente de la situación, al menos por las noticias que los noticieros transmiten, y que al la semana pasada eran prácticamente todo el contenido que mostraban. Sin embargo espero que esto no se convierta en una excusa constante de la administración Funes, y como ya he dicho, decida implementar un plan de contingencia que sirva para afrontar los estragos de la tragedia desde antes que estos ocurran.

Volvamos un poco al asunto de los damnificados, del cual, dado mi condición humana, me es difícil desprenderme. Tragedia humana. No describiré más.
El asunto ahora es de los inescrupulosos (Término que en mi país se usa para descalificar a todo aquel que haga algo malo, a consecuencia del limitado vocabulario de los “periodistas”).
Son, en general, gente bastante pobre, que se están haciéndose pasar por damnificados para recibir ayuda. El titular de protección civil menciona una Comunidad Victoria 2000, ubicada en carretera a la Costa del Sol (Una de las principales playas acá) que no quieren volver a sus casas pese a que la inundación que sufrían ya fue solventada: ni siquiera quieren albergue porque no quieren que nadie más tenga el control de los donativos que les llegan.

Acepto: gente pobre que necesitaba ayuda aún antes de la tragedia. Dirán que los donativos son cuantiosos y que es posible sacar partido de la situación.
Tengo algunas cosas que objetar: aunque la ayuda sea cuantiosa, lo cierto es que no esta alcanzando para muchas victimas verdaderas, muchas están viviendo una verdadera crisis alimentaría en estos momentos, según me relata un amigo que hace poco participo, con la empresa en la que trabaja, de una campaña humanitaria para con las victimas en el municipio de San Martín, que a rasgos generales, pertenece a San Salvador, la capital.
Increíble. La ayuda que les había llegado es poca, y para colmo, algunos partidistas estúpidos (Se que no les es difícil adivinar que eran de la izquierda salvadoreña) estaban racionando las donaciones a favor de los miembros de su partido, cuya situación, a ver de mi amigo cuyo imparcialidad estimo, no era tanto la de un damnificado.
Y no hablar del turismo que se ha hecho en torno a la tragedia: decenas de personas se ha estado avocando a las zonas afectadas, solo para satisfacer el morbo de conocer de primera mano la situación. Ni siquiera llevan ayuda entre sus manos.

Parece truculento de mi parte estarle sacando los trapitos al sol, como decimos acá, a todo el mundo: sin embargo es necesario que alguien trate de ver las cosas desde un punto de vista más objetivo; porque si no, cualquiera hace lo que quiere y se escuda bajo la noción de “gestos humanitarios”,”tragedia humana”, que no entiendo como les permite vivir consigo mismos. La maldad puede tomar muchas formas.

San Salvador, 31 de octubre de 1998

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