miércoles, 18 de noviembre de 2009

Escribiendo una historia (casi) congruente

Fue gracias a la posición del presidente que esta escena es posible: con anterioridad el partido que lo llevó al poder había rechazado su uso desde el papel de oposición (destructiva) que hacía en administraciones pasadas. Pero como fue el quién ganó las elecciones y no el partido, su influencia le ha permitido tomarse, para bien o para mal, cierta independencia en la dirección de su propia administración.

(En las elecciones de marzo de 2004, llevaron a uno de sus máximos e históricos dirigentes a competición por la presidencia, y aunque mostraron la amplitud de su base popular, no lograron el cometido y cayeron en cuenta que no podrían nunca ganar elecciones por el órgano ejecutivo con sus gastados canditatos)

Considero que no estamos ante un eminente peligro de nuestra democracia como muchos puedan pensarlo y que la medida es un buen paliativo; creo que, aunque es muy buena idea, no es esta la solución a los problemas de un país como el mío: violencia engrenda violencia pues, a nivel estructural, la violencia presenta flujos cíclico. La violencia no ataca el mal; solo lo hace retroceder para reagruparse.

La violencia debe ser combatida desde la posición de la paz, en muchos países hemos visto el triunfo pacificista por todos lados y aunque creo que conocerás muchos, supondré que si no eres salvadoreño no conoces el mejor de los casos que pueda haber.

Por ejemplo: Martínez, que por mucho es como nuestro pequeño Hitler, a quién las circunstancias históricas le favorecieron la dictadura pero le hicieron un tirano y asesino como pocos, fue vencido no con alianzas de los poderosos con naciones extranjeras, ni con conspiraciones de grupos armados, sino con un alzamiento del pueblo en una huelga general de brazos caídos, tras la cual tuvo que exiliarse en Honduras donde murió asesinado por su chofer.

Siempre que sea posible, piense que los salvadoreños tenemos una anécdota pacifista que contar

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