viernes, 27 de noviembre de 2009

¿Alguien lo vio en la tele?

No entendí nada de lo que el noticiero decía sobre la ¿reforma educativa? que el ministro de Educación de mi país, una persona notable en el manejo de armas, pretende implantar.
He de decir que se me hace necesario buscar el documento; pero, siguiendo la premisa de que el horror toma muchas formas, no quiero confrontar aún la esencia que los noticieros insinúan con esas escuetas citas.

Acabó de terminar mi bachillerato, muchos pensarán que a estas alturas de mi vida soy el menos indicado para hablar de educación en El Salvador, porque puedo guardar cierto recelo por las estructuras que pudieron darme gloria o perdición esto años. Recordar que la escuela es, con un carácter aún más acentuado que el hogar, el primer “sistema” al que un adolescente se enfrenta: el primer enemigo sistemático contra el que nuestra inmadura mente opone resistencia… En fin, debo aceptar que si estoy un poco molesto porque todavía me siento “enojado” con el sistema educativo salvadoreño.

Para empezar, puedo afirmar que lo que he escrito en estos pocos post, supera por mucho a lo que de mi propia inspiración he escrito en las tareas de todos estos años.
El sistema educativo de mi país inhibe por completo la imaginación de sus estudiantes, aquí no importa en realidad si has aprendido o no, solo importa que seas capaz de copiar bien, y no voy a continuar con una pintoresca relación de penas y glorias; lo que quiero es apuntar la gran dolencia de este sistema que es por ahora incapaz de formar al salvadoreño del futuro: siguen enseñando con vagas generalizaciones, usando temas arcaicos y no se esta prestando atención a la especialización.

Por ejemplo, nunca en mi vida me he visto obligado a mandarle una carta a alguien; cuando la edad me propicio comunicarme con personas en el extranjero, pude hacerlo por Internet, lo que de paso me fue abriendo puertas a otros mundos (muy distintos a mis escenas oníricas) Obvio que en aquella época los ciber café costaban una fortuna, pero me di cuenta de lo valioso que era, cuando me libré de las bibliotecas (A las que ir puede costarme la vida) bajando libros y material didáctico por Internet.

Se esta volviendo biográfico, lo sé. Y entiendo que mi historia no puede generalizarse: si embargo era mi preámbulo para que entendieras lo que sentí cuando a mis 17 años, mi profesor de Lenguaje y literatura tardó 4 horas clases impartiendo teoría sobre como elaborar una carta.

Lo que el sistema educativo de El Salvador necesita, es ante todo, una mayor cuota de presupuesto, aunque sea trillado pedirla: es la única manera de disminuir la brecha digital que nos va a cerrar pronto las puertas a las oportunidades que este siglo plantea.
Por otro lado, lo que necesita en replantear sus objetivos, eso significa que debe cambiar el esquema que usa a favor de uno que promueva un nuevo perfil del ciudadano salvadoreño.
Conste que no me refiero a un nuevo perfil ideológico copiado del sistema cubano, del que, aunque le desconozca a profundidad, entiendo que no debe promover una ideología más sana que la occidental basada en las teorías del nefasto Weber; ya que por lo menos en nuestras sociedades se puede aspirar mejores niveles de vida (Mañana hablaré de moral) y por tanto la existencia tiene más justificación que el trabajo.

El perfil del nuevo salvadoreño, próximo a imbuirse irremediablemente en la dinámica de la era de la información, debe suponer un humano más abierto a cambios, con nuevas perspectivas en la vida, desatado de ataduras culturales (Tal es la abominación del perreo) y sobre todo, una mente capaz trabajar en las nuevas formas que se están planteando a través de estos años. Más imaginación y menos esquemas: el prototipo del hombre trabajador (tal como he dicho antes) esta quedando desfasado para sociedades pequeñas como las nuestras, que quieren quitarse las etiquetas de “tercermundistas”

Espero haber aportado más que simples anécdotas. Y espero que el terror que se supone encierra ese dichoso plan no sean más amarillismo

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